Codere avanza hacia una nueva reestructuración financiera con la que, esta vez sí, abandonar la débil situación que padece desde hace años. Mucho antes de que la pandemia asestara el golpe definitivo a una errática trayectoria.
La compañía de juego, como anunció la semana pasada, mantiene negociaciones avanzadas con sus acreedores, que también son sus propietarios desde la última recapitalización, para acometer una reestructuración global de su pasivo, que a cierre del ejercicio 2023 se elevaba por encima de los 1.100 millones de euros, la mayor parte deuda cotizada en manos de sus accionistas.
Una conversión ambiciosa de deuda en capital es la solución que desde Codere se entiende como la definitiva para sanear el balance, centrar el foco en el desempeño operativo, y también para que la compañía pueda tener cierto valor de cara a una futura venta. La estrategia guarda algunas similitudes con la ejecutada en su día por Deoleo.
El grupo aceitero, tras años de endeudamiento desbocado y pérdidas continuadas, aprobó a principios de 2020 un plan para capitalizar cerca de 300 millones de euros, junto a una reducción y posterior ampliación de capital que reequilibró el patrimonio.
Así, pudo reducir de forma considerable su deuda y, por tanto, sus gastos financieros, además de liberar recursos para poder impulsar su negocio y, como fin último, dotarse de un cierto valor empresarial para que sus propietarios pudiesen buscar una salida. Algo que comenzaron a hacer el año pasado, pero la crisis en la que está inmerso el sector aceitero truncó los planes. Las diferencias entre ambos casos, eso sí, son importantes. Deoleo era una empresa cotizada, en la que su mayor accionista, CVC, tuvo que reducir su participación para entregar el 49% de su capital a los acreedores, ahora encabezados por el fondo Alchemy.
La operación también generó la dilución total de los pequeños accionistas y llevó consigo una reestructuración societaria completa. Además, la aceitera había emitido participaciones preferentes que fueron suprimidas. Las fuentes consultadas por este periódico consideran que la operación que ahora afronta Codere debería ser más sencilla y rápida. Sobre todo, porque sus acreedores ya son sus accionistas, y porque la reestructuración societaria ya se hizo en 2021.
Sin embargo, la operación no está exenta de dificultades. Esta deberá aunar los intereses de cerca de 40 fondos que están en la compañía, encabezados por Davidson Kempner, PGIM o Jupiter, especializados en empresas en problemas y, en muchos casos, más dispuestos a operar con deuda que con acciones.
El proceso dilucidará cuánta deuda de cada tramo corresponde a cada fondo, algo clave para la formación de las mayorías necesarias que aprueben el proceso. La compañía, encabezada desde verano pasado por el consejero delegado Gonzaga Higuero, quiere recuperar la competitividad perdida con respecto a sus rivales. Desde Codere se constata que tener un pasivo por encima de los 1.000 millones, por mucho que este esté en manos de los accionistas, echa para atrás potenciales alianzas comerciales o acuerdos con proveedores.
La nueva recapitalización deberá ser más ambiciosa que la efectuada a finales de 2021. Aquella, de alrededor de 350 millones de euros, se produjo en un momento en que la compañía seguía quemando caja y en el que el negocio tenía una débil recuperación. Esto implicó que las inyecciones de dinero a través de nuevas emisiones de deuda no se frenasen: los menos de 700 millones de bonos en circulación que tenía la empresa a cierre de 2021, una vez efectuada la reestructuración, se habían elevado a 816 millones a cierre del tercer trimestre de 2023, aparte de los casi de 300 millones inyectados en bonos PIK (pago en especie, por sus siglas en inglés), que pueden ser pagados a su vencimiento con nueva deuda o con acciones, lo que no genera intereses.
Ahora, en Codere certifican que su operativa genera caja, lo que unido a unos niveles de endeudamiento más reducidos les permitiría, por fin, hablar solo del negocio, que no ha recuperado todavía los niveles pre Covid, y reducir la desventaja competitiva con rivales nacionales como Cirsa u Orenes.
En 2023, los problemas estuvieron en México y Argentina, donde la empresa tuvo que cerrar durante semanas algunas salas y restringir la actividad de otras por problemas normativos. La facturación al cierre del año fue de 1.428,7 millones, en línea con los de 2022, y el ebitda ajustado cayó un 11% hasta 205 millones. El ejercicio arrojará, de nuevo, unas pérdidas abultadas. A cierre del tercer trimestre superaban los 300 millones.
En los últimos 12 ejercicios, Codere solo ha dado beneficios en uno. Higuero fue contratado por su experiencia en reestructuraciones societarias y posteriores operaciones de venta. Lo hizo en Health Transportation Group. Su éxito en esta reestructuración, que se espera poder cerrar antes del verano y que de momento no contempla desinversiones, y en la posterior recuperación del negocio, marcará el futuro de la empresa y la potencial búsqueda de un nuevo propietario. cincodias